PASTILLAS PARA LA FELICIDAD CLINTON




PASTILLAS PARA LA FELICIDAD "CLINTON"

Aquel día me fui a la biblioteca con el fin de sacar el libro de don Miguel de Unamuno “Niebla”. El día era horroroso, soplaba un viento gélido, así que estuve de muy mal humor, y para colmo uno tiene que empujar en el transporte público y ponerse nervioso por varias tonterías. Me sorprendió la alegría de la gente en el autobús. Estaba casi vacío, quiero decir más vacío del habitual tumulto y, además nadie se empujaba al subir. La gente estaba sentada, charlando, riéndose como si de una fiesta se tratara.
Echaba de menos aquel casi - silencio. Echaba de menos los tacos y el nerviosismo. Echaba de menos las réplicas del estilo:
- ¿Adónde vas tú, matusalén?
- Cógete un taxi, señora, si no quieras que te empujen.
- Y qué si soy jubilado, yo también tengo derecho de viajar en un transporte público, no voy a quedarme en casa y esperar a morirme.
- Usted le puede gritar a su marido, y no a mí en el autobús.
- Despacio, en el mercado se bajan los jubilados, es su estación espacial.
- Belgrado está lleno de vagos y refugiados.
- ¡Qué refugiados, ni que niño muerto! Son del sitio donde no pasó la guerra ni de cerca. Y además están forrados de divisas. ¿Y de dónde los tienen, os pregunto yo?
- Lo merecéis por haber votado a Milosevic. ¡A empujar ahora como un ganado!
- Hermano, no les molesta Milosevic a los estadounidenses sino serbios. ¡Los serbios le molestan!
- ¡Mirad, el pueblo celestial, aguantan como ganado! ¡Aguantan y se callan! Dicen las cosas pueden ser peor. ¿Y por qué no nos iría mejor?
- ¿Por qué no han votado la oposición?
- Hermano, si no fuera por Milosevic, los de la oposición nos hubieran vendido barato.
No oí nada de eso. La gente estaba alegre y sonriente.
- Qué suerte maja, que hayan firmado la paz en Ginebra.
Una mujer con las pestañas artificiales como las patitas de una araña dijo cariñosamente:
- Ya no hay guerra. Qué feliz estoy. Como nos llevamos todos bien.
Un chico dijo:
- ¿Has leído la prensa? Hombre, los partidos del gobierno y la oposición han formado una coalición.
Pude leer por encima del hombro de alguien una portada con letras grandes y prometedoras: VOY A DEVOLVER AL PUEBLO SU DINERO. Conseguí leer que la propietaria apreciada de un apreciado banco privado juraba que devolverá el dinero de los clientes. ¡Todo la cantidad!
¡Qué horror! ¿Qué es esto?
***
A la entrada de la Universidad un hombre de uniforme azul repartía pastilla verdes con una sonrisa.
- Tenga, la dosis de hoy.
- ¿Qué dosis? - pregunté con asombro.
- Lo reparten ya hace cinco días. Pastillas para la felicidad. Nos han enviado los los Estados Unidos a través de la U.N.H.C.R.
- ¿Cómo?
- ¿No estuviste en Slaviya?
- ¿Che, de dónde eres tú?
- De Belgrado.
- Eso lo sabe todo el mundo. Hace varios días han proclamado el nuevo estado. Ahora nos llamamos SLAVIYA.
Me tapé los ojos pensando que es sólo un sueño y que desaparecerá.
- Che, ¿no serás alguna de estas que les pagan los servicios secretos del extranjero?
- Come mierda.
- ¿Qué atasco es ese? - gritó alguien de las últimas filas.
- Coge, compañera, son estupendas, me animaba el profesor del marxismo.
Con que a él le afectan también, pensé. Era para mí el símbolo de un carácter intachable, un hombre muy honrado. Si a él le afectan, entonces yo también debo tomarme una.
Pasaron horas, pero la pastilla no me afectó.
***
El médico de cabecera me mandó hacer un montón de tests y análisis: de sangre, de pulmones, de cabeza, de corazón, de heces, de orina, y muchos más cuya existencia desconocía. No me sirvió de nada.
Mi comportamiento era distinto del de las masas. Todos estaban felices, menos yo. Iban a por la dosis diaria en las facultades, oficinas, colegios, fábricas, ayuntamientos, etc. Iban y volvían felices. Todos, menos yo.
Yo, al igual que otros tomaba mi dosis diaria. Que si con leche, que si con yogur, con zumo, antes de comer, después de cenar, justo antes de irme a la cama... todas las variantes posibles.
Todo era en vano. Estaba cada día más deprimida. Empecé a sentirme como un intruso. Sólo a mí me torturaban pensamientos macabros:
¿Y SI LA OTAN NOS BOMBARDEA?
¿Y SI ESTALLA LA TERCERA GUERRA MUNDIAL?
¿Y SI ESTALLA LA GUERRA EN KOSOVO?
Pensé que tiene que ver algo con la alimentación. Empecé a tener una dieta. La búsqueda de la causa de mis males se convirtió en una pesadilla.
Apuntaba mis actividades diarias y después les analizaba horas y horas.
Después de tantas noches en vela, cuando estuve agotadísima, pensé a despedirme de mi alma, pero Jelena me dijo por coincidencia:
- ¡Qué buenas son estas pastillas! Algo inteligente tuvo que inventar ese Clinton. Es bueno el truco que inventaron, te pones la foto de Tito sobre la cabeza y... ¡je, je, je! ¿Qué? ¿No has leído modo de empleo?
En Belgrado, verano de 1994

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