MILOS CRNJANSKI- EL AMANECER DE BELGRADO

MILOS CRNJANSKI
FOTO: VESNA Floric Ilijina


EL AMANECER DE BELGRADO

 (del libro de viajes "EL AMOR EN LA TOSCANA")

En ninguna parte del mundo se habla tan mal de nosotros como en nuestro propio país. Lo que es peor, en ningún lugar del mundo se permite fácilmente a otra gente que lo hagan como en nuestro país. Por eso, ¿qué clase de gente no derritió su ira, sabiduría y cólera sobre Belgrado? ¿Cuántos de nosotros hay que respiramos la belleza de esta ciudad, que el pueblo tan sólo de vez en cuando, entre tanta  rotura puede presentir?
¿Cuántas ciudades las que figuran en los libros de viajes (...) cuántas villas famosas y conocidas por su pasado y el encanto ya muerto, están lejos de la belleza exuberante y marcada de Belgrado? ¿Cuántos de nosotros hay que sentimos la chispa, que esta ciudad, ya hace mucho tiempo, de todo lo que tiene, derrocha a lo fugaz?
La belleza más antigua de Belgrado, ni se conoce, ni se presiente, ni se busca. Podrían encontrarse ciudades que enseñarían las ruinas de Avala[i], el llamado pozo romano en la ciudad como la antigüedad famosa; Venus Genitrix, encontrada en la ciudad, pondrían en un pilar alto de mármol y la nombrarían zarina romana, tal y tal, de belleza antigua y extraordinaria. A Belgrado, una de las ciudades más antiguas sobre el Danubio y el río Sava, no le importa su pasado para nada y es completamente nuevo.
Su belleza es la más antigua, que se pueda presentir. Es toda despótica y danubiesca. El castillo de piedra se refleja en el agua, donde murieron las ricas galeras turcas de seda, con espadas amarillas y torcidas en forma de media luna, dobladas sobre los cuerpos desnudos de las esclavas. Todo eso en el oscuro verdor de la salceda antigua y las islas; en el arenal moreno. ¿Algún déspota amaba Belgrado con la torre de vigilia en la cima de la colina? ¿Adónde se fue la multicoloridad antigua, constantinoplesca, que debía haberse extendido aquí sobre las aguas? De ella se nos debió haber quedado nuestra primavera notoria y tibia, arrinconada en las calles antiguas y inclinadas, con los frutales detrás de los umbrales, que se pueden encontrar aún.
Los viejos tiempos turcos aún están aquí, en los primeros días soleados de febrero, debajo de los alcázares con la hoguera de las enormes puestas del sol. Alguna que otra chabola con el olor a halwa[ii] y a café aún está callada. La blanca lanza del minarete los está cuidando, pero pasa como pasa todo. De ellos proviene la risa ligera, la benignidad del dejamiento  y  la   sabiduría   del  vino  y   la  conversación, que  se  pueden encontrar en los atardeceres primaverales, mezclados con el olor a tabaco y la belleza hebrea de las mujeres, en los precipicios que conducen hacia el Danubio.
Junto con ellos, está la belleza de los tiempos de Miguel (Mihajlo) y Alejandro (Aleksandar). Algún que otro frutal sobre las ondas de la tierra, más serbio según se va hacia el río Sava, algún viejo umbral y casa de los ricos, aún conserva la timidez y el temor de las ventanas grandes, que dan desde el monte hacia el barrio de Vracar con el verdor hondo de Toscana, en otoño, en los días limpios y airosos. Esa luz de luna, allí sobre las colinas de las viejas calles que ven al río Sava rojizo, la conocen las casas de los tiempos cuando por primera vez silbó el dragón de hierro de Steffenson. Cuántas joyas antiguas, la mansedumbre humana, las penas calladas en esos aposentos luminosos, con grandes ventanas llenas de cielo. Un árbol conserva la familia entera, la maceta de flores está allí ya hace cincuenta años, en el mismo sitio. En las calles cae la sombra de los viejos edificios, colegios edificados con el sudor de los albañiles; los frutales de las familias de oficiales, que llevaban traje de luto por años después de Djunis y Sumatovac. Las familias de oficiales, que crearon esa villa[iii] a través de su pobreza, honra y cortesía.
Un Belgrado sosegado, de empleados y oficiales, creado de la nada, mientras otros masticaron la misericordia de los germanos. Casa por casa, una boda detrás de la otra por la voluntad del padre de familia, la muerte junto con otra muerte por la voluntad de Dios y, las guerras. Desde esas calles se ve a lo lejos el ferrocarril azul de Srem[iv]. De allí venían los colegios, que se edificaban piso por piso, y los libros sellados con los prenúmeros; un amor fanático hacia un estado donde concurrían todos los objetivos. Las guerras tan bellas. Entonces se entrevé el verdor de Vracar desde el otro lado. Y de allí venían. Desde los bosques y los montes, en opanci[v], cuando otra gente iba en babuchas. Bajaban, por no dejarse torcer el cuello, grandes demagogos y diputados.
La gran belleza social de Belgrado de Miguel y Alejandro, junto al cual otras villas, ya hace mucho tiempo, parecen puebluchos. ¿Debe desaparecer aquel Belgrado que sacudía los Balcanes, con sus familias de oficiales y empleados, que pronunciaban su nombre con orgullo, detrás del cual existía una realidad, guerra, los temblores sísmicos subterráneos hasta las islas griegas y, el sufrimiento sinfín? ¿Qué villa nuestra contiene en su pasado esa chispa? ¿No la apagaban los cónsules de Inglaterra, Francia y Rusia? Belgrado tocaba a las puertas de los Balcanes hace ya cien años. Él es corazón de todos que respiran el Mar Adriático y el Mar Egeo. Y si yo escribiese la historia de Moldavia, Rumelia Oriental, hasta de Morea, me encerraría en una de esas viejas casas de familias de oficiales y empleados, que dan hacia el río Sava. ¿No parecería la historia de Belgrado, junto con la historia de las ciudades innumerables de su alrededor, una colección extraordinaria de retratos de gobernadores, diplomáticos y caudillos?
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Se habla de cultura. Belgrado, ya hace cien años, sabe mejor que otros, que son los buenos modales. Y en cuanto a las escuelas, ¿quién estuvo en las escuelas francesas, alemanas en el Rhein, en las ciudades antiguas de Polonia y Chequia? ¿Cuyos nombres están inscritos en San Petersburgo y Moscú? Si entro en las atardeceres nevadas de Viena, si irrumpo en la niebla de Londres, París, si leo la historia de Bucarest, si bajo hacia Constantinopla, los hilos como telaraña me conducen todos al corazón de Belgrado. No hay villa alguna en Europa que había sido tan vinculada a otras y que había movido las marionetas de otros como Belgrado. Hace ya cien años, que la historia de Belgrado es una sucesión extraordinaria de personajes y escenas, europeos, más interesantes, más sofisticados por su contenido, que en cualquier otro lugar. ¿Los estudios de los alumnos, la historia de los liceos, y las escuelas de los estudios superiores de Belgrado, no es todo nuestro pasado literal y social? ¿Quién de nuestros hermanos queridos nos enseñó? La historia del ejército, de los cuarteles militares de Belgrado, sería un ensayo hermoso, que no podría escribirse de muchos otros ejércitos. La vida de Belgrado es una novela, ya hace mucho tiempo, desde que muchas de nuestras ciudades eran puebluchos.
Belgrado es una chispa, que arde ya hace mucho tiempo.
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Belgrado de Mihajlo, Aleksandar y Milan (el conde serbio, y los dos reyes serbios) es una villa peculiar con una historia tormentosa. En su espíritu tiene tanto de modernidad, que hay pocas villas que le igualan. La galería de pinturas, retratos y caracteres extraordinarios y únicos de nuestros reyes cuando se retratan se parecen a los ingleses. Leyendo los orígenes y el desarrollo de nuestra artillería supone un disfrutar profundo como en los ensayos sobre los tiempos de Washington.
Belgrado tiene la verdadera sofisticación, que se deriva de las ofensas inmerecidas. La sociedad durante las guerras turcas, la gente para los tiempos juveniles, están llenos de un sentimiento del tacto europeo. Nadie había ofendido Belgrado en sus momentos amargos, a nadie le había adulado.
Se habla de la honra. La villa donde no hay ni una familia que no miraba a su abuelo o padre, hermano o hijo, como sonríe pálidamente en los grillos, tan sólo por cuestiones de la honra. ¿No tiene cada familia a alguien que habló en un acto público, o en la calle; a alguien que luchó en los campos de batalla, o en un enfrentamiento, con la frente levantada y sin moverse, por su palabra, por su nombre, por sus convicciones? ¿No les parecían, durante las guerras, esas gentes, a las inglesas, unos simples campesinos de perfil de señores? ¡Al corazón de toda esa gente sencilla, de cepa campesina y de cuerpo inmaculado, ya hace mucho tiempo, concurre todo nuestro amor, de todos nuestros lugares!
En nuestro estado tan sólo Belgrado es mundial de verdad. Es una chispa, ya hace mucho tiempo. Se le brindan todas las posibilidades. Ya ha visto todo y no tiene nada que temer. Es tan entrañable que a su lado las demás ciudades parecen ridículas y soberbias.
El Belgrado antiguo desaparecerá con sus frutales, con sus liceos antiguos y sus ventanas quietas. Desaparecerá aquel Belgrado de antes de la guerra, que se retiró en la calle de la Corona (Krunska ulica), en el barrio de Vracar. Belgrado de los atardeceres calurosos y de lilas, de las casas con frutales, de la juventud llena de preocupaciones por la Serbia Antigua. Belgrado que hizo cosas que nadie en Europa se atrevía ni siquiera a soñar, todo ardiente y vívido, bello en su juventud y en sus amistades.
Belgrado[vi] que viene es aún más bello. Sin embargo nada le ata. Está allí y se está construyendo como si toda la tierra estuviera vacía. En sí mismo encuentra sus modos y sus leyes, está allí y está bañado por el sol, sobre el río Sava. Hace tiempo ya, que el escritor Branko Copic le denominó "el cisne blanco".
En muchas ciudades capitales de Europa el espíritu no es tan cálido, incorrupto, y entusiasta como el de Belgrado. ¡Qué bello es su perfil cuando se observa desde los bosques de Kosutnjak! ¡Qué hermoso es su cuerpo cuando se mira desde el aire! Es joven, tormentoso y extraordinario. Su perfil es todo montañoso, como esa Serbia azul a sus espaldas. Está formada por altiplanicies, y es dura. ¡Cuánto vacío sobre sus ríos para sus puentes, cuánta hondura en él[vii] para sus fortalezas!
En sus gentes no hay nada mezquino, ni sórdido. La vida se perdió tantas veces, los queridos tantas veces se despedían, así que resulta todo una gran incertidumbre y Dios. Y los cocheros de los carros de caballo, cuando quieren alegrarse, se paran en la mitad de la carretera y cantan.
En el alma de esa villa no hay ni pavor, ni maldad, ella viaja en sus rocas de montes en su chepa, sobre los ríos hacia lo azul de los horizontes. El cielo grande y las nubes lejanas la adelantan, sin cesar. 
Traducido por: Vesna Floric Ilijina





[i] Monte en Belgrado (Nota del Traductor).


[ii] Pastel turco hecho de hojaldre, con nueces y uvas pasas, cubierto con sirope (Nota del Traductor).


[iii] Cuando el Autor escribió este cuento Belgrado era todavía una villa (Nota del Traductor).


[iv] Región en Vojvodina, en el norte de Serbia  (Nota del Traductor).


[v] Tipo de calzado de piel de cerdo encorvado hacia arriba (Nota del Traductor).


[vi]  Se refiere a Belgrado Nuevo (Nota del Traductor).


[vii] Se refiere a Belgrado (Nota del Traductor).
Mihajlo - era un conde serbio; la calle principal lleva su nombre- Knez Mihajlova ulica, se encuentra en el centro de Belgrado
Aleksandar - era un rey serbio
Kosutnjak- un barrio de Belgrado

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